Por la ventana

El origen de las historias

En la primera entrega de su nueva columna, el director de El Malpensante reflexiona sobre los detonantes que determinan cuándo un escritor ha dado con un relato que vale la pena ser escrito. 

Una columna literaria de Andrés Hoyos.

 

POR Andrés Hoyos

Octubre 25 2022
Por la ventana

Esta es la primera columna de una nueva sección que estará a mi cargo y que decidí llamar “Por la ventana”. Sucede que este elemento tan típico de la arquitectura es uno de los vehículos principales de la convivencia moderna. Por la ventana uno ve a la gente aproximarse, la ve irse, ve cómo se llena de luz un recinto, cuarto u oficina cuando brilla el sol, puede observar las estrellas si la noche está despejada, le toca oír cómo repica la lluvia, en ocasiones torrencial, que es tan común en Bogotá, donde yo vivo. Una ventana nos une y nos separa al mismo tiempo. Mi propósito es publicar aquí en El Malpensante una versión mensual bajo este título genérico, al cual agregaré otro específico.

A diferencia de otras columnas que publico en otra parte, no me dedicaré a comentar los episodios de la coyuntura, según una vieja tradición de esta revista, definida alguna vez como que arrancábamos la primera página del periódico, es decir, que dejábamos en paz la actualidad episódica y política del país.

Al iniciar una columna suele ser buen consejo centrarse en temas que uno ha estado trajinando de tiempo atrás y que por lo mismo tiene frescos en la mente y en la memoria. Quizá algunos lectores tendrán presente que yo he dedicado mucho tiempo y esfuerzo al tema de la escritura, como que llevo publicadas dos versiones de un libro que llamamos Manual de escritura, una para el público general y otra para estudiantes de colegio –este último en alianza con Panamericana–. Pues bien, tanto me interesa el tema que tengo terminada una segunda edición del libro original y una versión ya no para adolescentes sino para niños, que en unos meses saldrá a la venta. Le tengo nombre, pero –jejé– por ahora lo mantendré en secreto.

Sin embargo, pienso aprovechar algunas de estas columnas para adelantar ideas de un cuarto manual que pienso publicar. Estará dedicado a la escritura creativa. Tal vez convenga aclarar que las otras versiones se referían a la escritura básica en sus distintos niveles, es decir, la escritura que le sirve tanto a un abogado, a un arquitecto o a un economista, mientras que el último libro de la fila se destinará a potenciales escritores, guionistas, ensayistas, incluso, qué demonios, a quienes quieran escribir columnas de opinión de distinto sesgo. Dije en las anteriores versiones, y aquí lo reitero, que para medírsele a cualquier género creativo es indispensable antes manejar bien el lenguaje escrito.

Uno de los misterios más importantes en la literatura es el origen de las historias que después se vuelven cuentos, novelas, guiones, ensayos. He dicho en otras partes que las piezas de creación literaria, si son buenas, provienen por lo general de semillas muy definidas, lo reconozcan o no los autores. Exploremos un poco más esta metáfora. Las buenas historias por lo general parten no de la generalidad, sino de una particularidad poderosa o, para reiterar la metáfora, de una semilla que contenga el adn de lo que andando el tiempo podría convertirse en el producto terminado. Aunque la semilla de una historia puede aparecer en cualquier parte, se debe entrenar al subconsciente para que aprenda a detectarla. El inconsciente por definición trabaja sin descanso.

Exploremos, por ejemplo, el caso de Un tranvía llamado deseo. Dice al respecto Tennessee Williams:

Simplemente tuve la visión de una mujer en su juventud tardía. Estaba sentada sola en una silla junto a una ventana con la luz de la luna entrando a raudales en su rostro desolado, y el hombre con el que planeaba casarse la había dejado plantada… Creo que estaba pensando en mi hermana, quien estaba locamente enamorada de un joven empleado de la International Shoe Company que le hacía la corte. Era extremadamente guapo y ella estaba profundamente enamorada. Cada vez que sonaba el teléfono, casi se desmayaba. Ella pensaría que él estaba llamando para una cita, ¿sabes? Se veían cada dos noches, y de repente un día el hombre simplemente no llamó más. Fue entonces cuando Rose comenzó a entrar en un declive mental. A partir de esa visión evolucionó Un tranvía llamado deseo. 

 

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Otro ejemplo impactante le pasó a Antoine de Saint-Exupéry, el autor de El principito. Una madrugada antes de la Segunda Guerra Mundial, él iba en un tren por la provincia francesa y decidió pasearse por los vagones. Los de primera y segunda clase –los trenes europeos se dividen en categorías según los pasajes sean más o menos costosos– iban vacíos, pero en los de tercera, o sea, los más baratos, vio a una gran cantidad de polacos que se dirigían de regreso a su país natal. Allí Antoine se sentó frente a una pareja tosca y tuvo una epifanía, es decir, una aparición medio milagrosa. Él mismo lo cuenta de la siguiente manera en su libro Tierra de hombres (1939):

Entre el hombre y la mujer se había acurrucado de alguna manera el niño, y estaba durmiendo. Pero se dio la vuelta dormido y su rostro se me apareció bajo la luz de la noche. ¡Ah! ¡Qué cara tan adorable! De esa pareja había nacido una especie de fruto dorado. Surgió de esta pesada manada el encanto y la gracia. Me incliné sobre esa frente lisa, sobre ese suave rictus de los labios, y me dije: “Aquí está la cara de un músico, aquí está Mozart cuando era niño, aquí hay una hermosa promesa de vida. Los principitos de las leyendas no eran diferentes de él: protegidos, rodeados, cultivados, ¡en qué no podría convertirse!”.

 

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Pues bien, en ese vagón de tren había sido sembrada la semilla de una obra maestra, El principito.

Me parece raro que este tema aparezca poco en la crítica, en las biografías o en los perfiles dedicados a autores importantes. Es fundamental. 

ACERCA DEL AUTOR


Andrés Hoyos

Escritor, columnista y fundador de la revista El Malpensante. Es autor de Conviene a los felices permanecer en casa, Vera y Los hijos de la fiesta, entre otros libros. A finales de 2022, el sello editorial Seix Barral publicó La tía Lola, su más reciente novela.